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La pandemia de COVID-19 ha asolado el mundo y dejará una huella devastadora e indeleble en nuestras vidas y medios de subsistencia durante los próximos años. Servirá como advertencia sobre la necesidad de que trabajemos juntos para desarrollar una mayor resiliencia a la hora de abordar crisis mundiales.

Desde la creación de las Naciones Unidas hace más de 75 años, nunca se ha producido un momento más crítico para que los líderes mundiales compartan la responsabilidad de abordar desafíos compartidos. El cambio climático, las desigualdades sistémicas, el retroceso en el respeto por los derechos humanos y el estado de derecho, la inestabilidad de las economías y el debilitamiento de las instituciones plantean un reto a nuestra determinación, y seguirán haciéndolo con mayor frecuencia y ferocidad si no adoptamos medidas urgentes.

Aunque gran parte de esta responsabilidad corresponde a los Estados miembros, el sector privado tiene que desempeñar un papel clave y me satisface el número de líderes empresariales que han pedido una cooperación internacional renovada y han reconocido que pueden asumir la parte que les corresponde. La paz, la justicia y unas instituciones sólidas (el Objetivo de Desarrollo Sostenible 16) constituyen la base para que los gobiernos, la sociedad civil y las empresas colaboren en la promoción de sociedades integradoras, faciliten el acceso a la justicia para todos, combatan la corrupción, refuercen la cohesión social y generen resiliencia frente a crisis económicas y medioambientales.

El propósito del Marco Empresarial del ODS 16 es inspirar a las empresas para que asuman su papel en la gobernanza transformadora, lo que incluye reforzar el multilateralismo y replantear el contrato social. Solo así podremos reconstruir mejor, cumplir con la Agenda 2030 y no dejar a nadie atrás.

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Una visión renovada de la cooperación internacional exige una mayor inclusión y participación de todos los agentes en la construcción de un mundo mejor. Necesitamos un liderazgo audaz y ético en un momento en el que la ciudadanía pide que se intensifique la rendición de cuentas, la integridad y la transparencia en las instituciones que rigen sus vidas y medios de subsistencia —y protesta cada vez más por ello—. 

Las empresas pueden y deben desempeñar un papel importante en la promoción del liderazgo ético y la generación de confianza entre instituciones públicas y privadas, así como la confianza de la sociedad civil en estas instituciones. La paz, la justicia y unas instituciones sólidas son condiciones fundamentales que no solo son esenciales para la viabilidad de las empresas, sino también para unir a las empresas entre ellas, con el gobierno y la sociedad civil, a fin de hacer frente a los desafíos más importantes a los que se enfrenta el mundo. 

Más que un nuevo concepto jurídico, la gobernanza transformadora es una filosofía basada en principios que invita a las empresas a ampliar su visión de la «G» de ASG. Hace un llamamiento para que las empresas asuman una mayor responsabilidad, integridad y transparencia como factor para impulsar una conducta empresarial responsable, mejorar los resultados en materia de ASG y reforzar las instituciones públicas, las leyes y los sistemas, con el fin de crear sociedades más pacíficas, justas e inclusivas.

Esta visión de la gobernanza transformadora es audaz pero necesaria. Plantea a todas las partes interesadas el reto de considerar la gobernanza a través del prisma del ODS 16 como catalizador del cambio sistémico. Es el inicio de un recorrido importante y el Pacto Mundial de las Naciones Unidas se complace en publicar este Marco para guiar a las empresas en el camino. Acompáñenos para unir a las empresas en aras de un mundo mejor.