Introducción

Sentar las bases para el Marco Empresarial del ODS 16


Desde principios de 2020, el mundo se ha visto sumergido en una ola de crisis históricas: la pandemia de COVID-19 ha trastocado a familias y comunidades, economías y sociedades, vidas y medios de subsistencia; la persistente desigualdad social, de género y económica se ha expuesto con dureza y se ha visto exacerbada por la pandemia, la injusticia racial se ha puesto claramente de manifiesto por la estremecedora brutalidad policial; muchos gobiernos se han envalentonado para actuar con impunidad desafiando el estado de derecho, las libertades cívicas y los derechos humanos en lo que el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, ha denunciado como «una pandemia de abusos»; el calentamiento global ha intensificado los patrones climáticos severos y ha abrasado partes del planeta. En conjunto, estas crisis han revertido los avances hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en un momento en el que es necesario acelerar el impulso. Al mismo tiempo, la cooperación internacional a través de instituciones multilaterales, ya debilitada en los últimos años, se ve sometida a una nueva prueba debido a los imperativos de superar la pandemia y propiciar la recuperación económica.

La perturbación debe dar paso a la transformación hacia una mayor seguridad y prosperidad, igualdad y dignidad para todos.

Desde la creación de las Naciones Unidas hace 75 años, en ningún momento ha sido más apremiante movilizar a la comunidad internacional. Esta década, que ha comenzado con el mundo en crisis, puede terminar de manera diferente. La perturbación debe dar paso a la transformación hacia una mayor seguridad y prosperidad, igualdad y dignidad para todos; pero el progreso exige determinación y ambición. El éxito exige una mayor armonización de los gobiernos y las instituciones multilaterales y, a su vez, una mayor solidaridad con la sociedad civil y las empresas. Todos los actores y sectores deben ahora asumir la parte que les corresponde, incluidas las empresas que se han beneficiado tan sustancialmente de la cooperación y las normas internacionales.

En septiembre de 2020, más de 1300 consejeros delegados de empresas de más de 100 países se unieron para firmar Unidos en el negocio de hacer un mundo mejor: Declaración de los líderes empresariales para una cooperación internacional renovada. En la declaración, los líderes firmantes se comprometieron a demostrar liderazgo ético y buena gobernanza; a invertir en la lucha contra las desigualdades e injusticias sistémicas y a trabajar en alianza junto con las Naciones Unidas, los gobiernos y la sociedad civil para fortalecer el acceso a la justicia, garantizar la rendición de cuentas y la transparencia, proporcionar seguridad jurídica, promover la igualdad y el respeto a los derechos humanos. Los firmantes, a su vez, hacían un llamamiento para que los gobiernos a protejan los derechos humanos, garanticen la paz y la seguridad y defiendan el estado de derecho; creen un entorno favorable mediante el fortalecimiento de la cooperación internacional y los marcos jurídicos nacionales; y mejoren el multilateralismo y la gobernanza mundial para combatir la corrupción, reforzar la resiliencia y alcanzar los ODS.

La paz, la justicia y las instituciones sólidas son beneficiosas para la viabilidad a largo plazo de nuestras organizaciones y son fundamentales para defender los Diez Principios del Pacto Mundial de las Naciones Unidas y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible

De manera significativa y destacada, en la declaración se afirma que «la paz, la justicia y las instituciones sólidas son beneficiosas para la viabilidad a largo plazo de nuestras organizaciones y son fundamentales para defender los Diez Principios del Pacto Mundial de las Naciones Unidas y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible». Esa referencia explícita al ODS 16 es un reconocimiento oportuno por parte de los líderes empresariales de que esas condiciones fundamentales son esenciales para la propia viabilidad de sus empresas. Este Marco demuestra por qué y cómo las empresas pueden apoyar y fortalecer la paz, la justicia y unas instituciones sólidas como pilares esenciales de la gobernanza.

Las empresas tienen la responsabilidad y la oportunidad de demostrar liderazgo ético. Incluso con discrepancias en la forma en la que se han comportado las empresas y variaciones en cómo se las ha percibido en los últimos años, ahora se las considera de manera generalizada un agente más capaz y de confianza que otros durante la pandemia. El último Barómetro de confianza de Edelman reveló que «una infodemia desenfrenada está alimentando una desconfianza generalizada hacia los líderes de la sociedad» y que los clientes y empleados consideran a las empresas como «la institución en la que más confían». Si bien estos resultados reflejan y refuerzan las expectativas de que las empresas podrían y deberían asumir una mayor responsabilidad a la hora de abordar los problemas sociales, las empresas responsables no pueden sustituir el papel de los gobiernos a escala local o mundial. Tanto las empresas, como los gobiernos y las instituciones internacionales deben mantener un nivel de rendición de cuentas, integridad y confianza en su competencia para satisfacer las demandas de esta década y posteriormente.

El «espacio compartido» es el oxígeno que permite mantener con vida los derechos humanos y que la sociedad civil respire. También es el oxígeno que permite que prosperen entornos de negocios e inversiones sostenibles y rentables. Quienes defienden el «espacio compartido» —los/as defensores/as de los derechos humanos, los/as activistas contra la corrupción, los/as ecologistas, los/as sindicalistas y los/as periodistas— son los «canarios de la mina» que alertan a las empresas y a la sociedad civil del agotamiento de ese oxígeno cuando surgen amenazas comunes. 

Están aumentando las presiones para que las empresas rindan cuentas si se las considera cómplices del acoso a los defensores de los derechos humanos o de la supresión de las libertades cívicas cuando tienen la responsabilidad normativa de respetar los derechos humanos, en consonancia con los Principios Rectores de las Naciones Unidas sobre las Empresas y los Derechos Humanos. Al mismo tiempo, las empresas aceptan de manera más generalizada la responsabilidad y la oportunidad de defender el «espacio compartido». Las declaraciones y las acciones se han intensificado en los últimos años, y las empresas apoyan a título individual y colectivo la libertad de expresión y de asociación en determinados países, a menudo de manera conjunta o en estrecha coordinación con la sociedad civil.

No hay justicia ni paz sin estado de derecho; no hay gobierno que rinda cuentas sin instituciones sólidas; y no hay libertades cívicas sin estado de derecho, un gobierno que rinda cuentas e instituciones sólidas.

El concepto de espacio compartido del estado de derecho, la gobernanza sujeta a la rendición de cuentas y las libertades cívicas y el compromiso del ODS 16 con la paz, la justicia y unas instituciones sólidas están íntimamente interrelacionados y son complementarios. No hay justicia ni paz sin estado de derecho; no hay gobierno que rinda cuentas sin instituciones sólidas; y no hay libertades cívicas sin estado de derecho, un gobierno que rinda cuentas e instituciones sólidas. La paz dentro de los Estados nación y entre estos se ve amenazada cuando estos cimientos se debilitan. 

Son la base de la gobernanza mundial en el plano nacional e internacional. Las empresas, los gobiernos y la comunidad internacional comparten la responsabilidad de no darlos por sentados, en particular porque están sufriendo cada vez más presiones en muchas partes del mundo, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo. 

Los 17 ODS constituyen «un llamamiento urgente a la acción de todos los países, desarrollados y en desarrollo, en una alianza global» centrada en «poner fin a la pobreza y otras privaciones». Desde su adopción en 2015, gobiernos, sociedad civil y empresas han puesto en marcha iniciativas innovadoras y asociaciones para materializar las aspiraciones y compromisos plasmados en los ODS.

Las empresas deben intentar de manera activa evitar causar, contribuir o estar vinculadas a impactos adversos en los derechos humanos y los defensores de los derechos humanos.

Lanzado en 2000, el Pacto Mundial de las Naciones Unidas sigue siendo el estándar universal para las empresas responsables y ha generado una participación todavía mayor en medio de las crisis del año pasado. Su enfoque basado en principios desarrolla responsabilidades relacionadas con los derechos humanos, el trabajo, el medioambiente y la lucha contra la corrupción, que se basan en las convenciones, normas y estándares de las Naciones Unidas. Los Principios Rectores de las Naciones Unidas, adoptados en 2011, establecen la responsabilidad de las empresas de respetar los derechos humanos, junto con la obligación del Estado de proteger los derechos humanos, así como la obligación de las empresas y los Estados de proporcionar acceso a mecanismos de reparación. Lo más importante es que los Principios Rectores de las Naciones Unidas establecen que las empresas deben intentar de manera activa evitar causar, contribuir o estar vinculadas a impactos adversos en los derechos humanos y los defensores de los derechos humanos.

Es esencial que las empresas y, de hecho, todas las partes interesadas entiendan que el Pacto Mundial de las Naciones Unidas, los Principios Rectores de las Naciones Unidas y los ODS se respaldan mutuamente, en términos cronológicos y temáticos. El compromiso y la aplicación de uno no puede ni debe sustituir el compromiso y la aplicación de todos. En conjunto, definen un marco global general para las empresas responsables, centrado en los derechos humanos e integrado en normas internacionales.

La paz, la justicia y unas instituciones sólidas, unidas en el ODS 16, constituyen el núcleo de este Marco, puesto que son los elementos de apoyo esenciales y los aceleradores catalizadores del desarrollo sostenible, y reúnen a gobiernos, sociedad civil y empresas en un interés común.

La violencia, la impunidad y la corrupción son enemigos de las empresas responsables y sostenibles aunque históricamente esas condiciones hayan permitido que algunos se lucraran en medio de la represión y la explotación. 

No obstante, aunque los elementos del ODS 16 son necesarios para avanzar y alcanzar todos los demás ODS, a diferencia de la mayoría de los demás ODS, su pertinencia para las empresas no se entiende bien. Las empresas y los inversores son los principales beneficiarios de este entorno propicio y deben contribuir aún más a la paz, la justicia y unas instituciones sólidas en todos los niveles; sin embargo, a veces parecen dar por sentados estos elementos «fundacionales» incluso cuando existe el riesgo de generar conflictos, erosionar el estado de derecho y debilitar una gobernanza que rinda cuentas. La violencia, la impunidad y la corrupción son enemigos de las empresas responsables y sostenibles aunque históricamente esas condiciones hayan permitido que algunos se lucraran en medio de la represión y la explotación. 

Sin embargo, de todos los ODS, el ODS 16 puede ser el más pertinente para las empresas por dos razones. En primer lugar, la paz, la justicia y unas instituciones sólidas son los elementos básicos que permiten a los gobiernos, la sociedad civil y las empresas centrarse por igual en cada uno de los demás ODS. Cuando existen esos factores, pueden acelerarse los avances hacia la consecución de los demás ODS. En segundo lugar, la paz, la justicia y las propias instituciones sólidas son esenciales para entornos sostenibles y rentables para las empresas y las inversiones. Cuando existen estos factores, las empresas y los inversores pueden impulsar la innovación y el desarrollo económico, generar empleo e ingresos, reducir la pobreza y ampliar las oportunidades. 

La voluntad de adoptar la paz, la justicia y unas instituciones sólidas como «fundacionales» puede ampliar y reforzar la gobernanza en beneficio mutuo de empresas e inversores, la sociedad civil y los trabajadores, los gobiernos y las instituciones multilaterales. 

El propósito de las empresas y el capitalismo de las partes interesadas están cristalizando la atención e impulsando la acción de las empresas para satisfacer los crecientes desafíos y expectativas. Estas agendas gemelas han ido ganando terreno con un número aún limitado pero creciente de empresas, en su mayoría grandes multinacionales, que llevan mucho tiempo comprometidas con la responsabilidad empresarial y la sostenibilidad. Esa tracción parece acelerarse en medio de una convergencia de las crisis antes mencionadas. La cuestión que se plantea ahora es si se tendrán en cuenta las opiniones de las partes interesadas y se demostrará el propósito de las empresas; si las declaraciones se traducirán en acciones y los compromisos en impactos hacia la empresa de un mundo mejor.

La respuesta se encuentra en el creciente interés de las empresas por el ODS 16, que apunta a un enfoque más expansivo de la «G» de ASG o aspectos medioambientales, sociales y de gobernanza. La gobernanza transformadora no es un nuevo concepto jurídico, sino un prisma a través del cual las empresas pueden ampliar su comprensión de la «G» a través de tres dimensiones interrelacionadas: Gobernanza Convencional, Gobernanza Sostenible y Gobernanza Mundial.

  • Gobernanza Convencional

    Se ha entendido que la gobernanza («G») convencional se refiere a la gobernanza corporativa, incluida la rendición de cuentas de la dirección de la empresa ante los consejos y, a su vez, de la empresa en general ante los accionistas obligada por ley, regulación y divulgación. Las empresas de todos los tamaños y sectores siguen observando esta dimensión convencional de la gobernanza empresarial de manera incoherente y, en ocasiones, ineficaz. Sin duda, se está haciendo mayor hincapié en la importancia de la conducta ética, no solo con respecto a la supervisión del consejo y la dirección, sino también con respecto a los valores y la cultura, las estrategias y políticas, las operaciones y las relaciones. Por lo tanto, la gobernanza corporativa seguirá siendo de vital importancia a medida que surjan y se expandan las nuevas dimensiones. 

  • Gobernanza Sostenible

    La gobernanza sostenible está adquiriendo protagonismo e impulso como marco para identificar los riesgos y oportunidades relacionados con las cuestiones sociales («S») y ambientales («A»), que son diferentes pero también se solapan. Un ejemplo de la convergencia de los aspectos A y S es el impacto desproporcionado de la crisis climática en las comunidades marginadas y vulnerables tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo. Estos impactos exacerban la pobreza y la desigualdad y contribuyen a generar conflictos y crisis humanitarias. Esta convergencia crítica de los aspectos A y S también ha dado lugar a la agenda de justicia climática que, a su vez, ha estimulado iniciativas y asociaciones innovadoras de los sectores público y privado y un aumento de la inversión de impacto. 

    Sin embargo, la atención prestada a las cuestiones A y S como prioridades —o incluso como consideraciones— de la gobernanza corporativa sigue siendo incoherente y a menudo ineficaz, ya que los compromisos, incluso con la responsabilidad corporativa básica y la sostenibilidad, han quedado rezagados o presentan importantes diferencias. Estos retrasos y diferencias son un importante impulso para la rápida expansión de la diligencia debida obligatoria y la divulgación, lo que aumenta las expectativas de rendición de cuentas y transparencia. La promulgación de una diligencia debida obligatoria en materia ambiental y de derechos humanos permitirá generalizar la gobernanza A y S e integrar la sostenibilidad en todos los sectores y jurisdicciones. 

    Un avance notable es la Iniciativa de Gobernanza Empresarial Sostenible de la Unión Europea, que se está debatiendo actualmente, que exigirá a las empresas llevar a cabo una diligencia debida alineada con los Principios Rectores de las Naciones Unidas y los ODS. Este requisito se aplica a las empresas con sede en la Unión Europea o a las empresas que tengan intereses o suministren en la Unión Europea. El marco jurídico también puede exigir que los administradores de las empresas consideren tanto los intereses de las diversas partes interesadas como los efectos a largo plazo de sus decisiones. De aprobarse, los aspectos A y S se integrarán en mayor medida con la G, y las responsabilidades de los consejos de administración y la dirección ejecutiva se centrarán de manera más explícita en la sostenibilidad y, a su vez, estarán sujetas a una mayor rendición de cuentas y transparencia.

  • Gobernanza Mundial

    La gobernanza mundial recae generalmente en los gobiernos e incluye las normas, instituciones y procesos de toma de decisiones a escala internacional, pero cabe afirmar que también es pertinente a escala nacional y municipal. Si bien las empresas están obligadas a no causar daño en sus operaciones y relaciones, también hay expectativas crecientes de clientes, empleados, inversores y comunidades para que las empresas contribuyan de manera responsable a las instituciones, leyes y sistemas públicos en todos los niveles. 

    A modo de ejemplo, la meta 16.5 del ODS 16 se refiere a la lucha contra la corrupción y es un claro ejemplo de vinculación entre el interés público y el privado. La corrupción socava el estado de derecho y la eficiencia de las instituciones; erosiona la confianza en las empresas y los gobiernos por parte de la sociedad civil; consolida la pobreza y la desigualdad; dilapida los recursos naturales y los ingresos públicos; distorsiona el desarrollo económico y social; y perjudica a los consumidores y a la competencia. La lucha contra la corrupción debe ser una causa común de la gobernanza.

El ODS 16 sustenta estas dimensiones más amplias de la gobernanza. La gobernanza transformadora recoge estas dimensiones que son intrínsecamente complementarias y se refuerzan mutuamente, y puede adoptar muchas formas. Profundizará los valores y estrategias, las políticas y operaciones y las relaciones internas y externas de la empresa. Abarcará funciones corporativas desde el gobierno y los asuntos públicos hasta el ámbito jurídico y de cumplimiento. Se centrará en procesos de diligencia debida aplicados a riesgos y oportunidades de inversión y consideraciones ambientales y sociales. Adoptará un propósito corporativo distinto que refleje y refuerce el capitalismo de las partes interesadas. También fortalecerá las instituciones, las leyes y los sistemas a escala nacional e internacional y alineará mejor a los gobiernos, la sociedad civil y las empresas hacia una agenda común de no dejar a nadie atrás. 

Este enfoque más amplio de la «G» de ASG refuerza que la paz, la justicia y unas instituciones sólidas, como se promulga en el ODS 16, son elementos esenciales de la gobernanza que vinculan a las empresas con las comunidades en las que operan y a las que prestan servicio.

El Secretario General de la ONU, António Guterres, ha pedido un «multilateralismo en red que vincule a las instituciones mundiales y regionales» y un «multilateralismo inclusivo que involucre a empresas, ciudades, universidades y movimientos».

El Secretario General de la ONU, António Guterres, ha pedido un «multilateralismo en red que vincule a las instituciones mundiales y regionales» y un «multilateralismo inclusivo que involucre a empresas, ciudades, universidades y movimientos». Esta visión de la gobernanza mundial debería atraer el compromiso y la implicación de las empresas junto con los gobiernos, las instituciones multilaterales y la sociedad civil de todo el mundo.  

Este Marco muestra a las empresas por qué y cómo centrarse en el ODS 16 (paz, justicia e instituciones sólidas) puede reforzar la gobernanza corporativa y fundamentar el propósito corporativo. Las empresas que asuman el reto también mejorarán la gobernanza sostenible y la gobernanza mundial en este momento de crisis históricas, pero también de oportunidades épicas para la comunidad internacional.